martes, 27 de noviembre de 2012

Torre Agbar (Barcelona)


El 26 de Marzo de 2001 se colocaba la primera piedra de la actual Torre Agbar de Barcelona, las opiniones a nivel político, social y público se dividieron en críticas negativas y críticas positivas. De forma general, podemos afirmar que las críticas negativas pertenecían a detractores conservadores que defendían las ideas tradicionales y las críticas positivas pertenecían a defensores futuristas que defendían las ideas innovadoras y progresistas.

El periódico Barcelona y m@s, que después pasó a llamarse 20 minutos, publicó "La torre de Aguas de Barcelona cosecha más críticas que piropos", el 28 de Marzo de 2001(1). En este artículo se recogían una serie de opiniones de personajes relacionados con la elite social, la mayoría de las consideraciones adquirieron un tono despectivo que rozaba el límite de la educación sobre el trabajo de un profesional de la arquitectura. Algunas críticas negativas fueron las siguientes:

“En vez de destrozar la ciudad podían dedicarse a arreglar los árboles”
“No me gusta nada; no liga ni con el entorno del barrio ni con sus viviendas” 


Unos días más tarde, el 2 de Abril de 2001, el mismo periódico publicaba "El fòrum de la torre de Aguas de Barcelona". En esta ocasión se daba la oportunidad a la opinión pública de exponer sus impresiones sobre la nueva construcción que se iba a proyectar en la ciudad. La situación ya pronosticaba lo que hemos visto en la opinión de personajes del ámbito social, la división entre defensores y detractores, siendo los segundos los más pronunciados. Es probable que la mayoría de la ciudadanía se dejo influenciar por la opinión generalizadora y mediática que se estaba produciendo.


Las críticas negativas expresaron su opinión centrándose en el atrevimiento del arquitecto por su forma o su diseño y no dejar la oportunidad a jóvenes arquitectos. Algunas de las opiniones que se expusieron al respecto fueron las siguientes:

“Me parece triste. Y no es porque parezca tener forma de pene –que la tiene– que haya que criticarla, sino porque con la llegada del modernismo cada vez estamos teniendo símbolos más tristes. Cada vez las figuras han tenido menos detalle, las esculturas menos significación visual (siempre imprescindible). Pero esto ya es el colmo. Un supositorio será un símbolo más de esta nuestra amada ciudad (por muchos), y de la que muchos vamos a acabar yéndonos. Vergonzoso”.

Para decirlo de una manera más clara, estas opiniones expresaban el miedo de lo impactante, de lo que sobresale de la norma del paisaje urbano de la ciudad. Como suele suceder, ante lo nuevo surge la inseguridad y esto provocó que aparecieran adjetivos para el edificio, como la tita de Barcelona, estalagmita, barra de labios, supositorio, misil o aludiendo al carácter fálico de la forma.

Por el lado contrario, las escasas críticas positivas centraron su opinión en considerar que la construcción del futuro edificio aportaría una nueva visión de la zona donde se ubicaría y ya se señalaba lo que podría suceder en un futuro, la aceptación por parte de la crítica negativa. Algunas de estas opiniones fueron las siguientes:
“Como historiadora del arte y futura residente de la Diagonal de Poblenou, considero que el proyecto de la Torre de Aguas es genial: innovador y atrevido creado a partir de un lenguaje estético futurista. Creo que servirá para romper la monotonía del paisaje urbano y dar vida a una zona triste, fría y sin identidad propia. Pero el ser humano es esencialmente conservador y los cambios siempre provocan el rechazo de la mayoría. Los barceloneses nos tendremos que dar cuenta que estamos en el siglo XXI y comenzar a apostar por el futuro”.


Una vez estuvo finalizada, la torre Agbar se convirtió rápidamente en un icono arquitectónico de la ciudad de Barcelona y en uno de sus edificios más conocidos.Pese a que en un inicio no fue ajena a las críticas de ciudadanos y expertos que entendían que una construcción de sus caracterísiticas difícilmente encajaban en los esquemas de una ciudad como Barcelona, con el paso del tiempo se acabó convirtiendo en uno de los símbolos que identifican universalmente a la capital catalana y en uno de sus atractivos turísticos.


No existe la neutralidad para este proyecto barcelonés. El rascacielos de 142 metros que alzará en la plaza de las Glorias se inspira en el organicismo de Montserrat y en las torres perforadas de la Sagrada Familia, pero ya le han colgado sambenitos jocosos. “No hay nada tan bello como un arma”, ha señalado este amante de los proyectiles. Bala u obús, en el 2003 la torre se disparará”.


Unos años posteriores a la presentación de su proyecto, Jean Nouvel era entrevistado por Lluís Amiguet para la contraportada de La Vanguardia(4). Al principio de la entrevista se le pregunta al arquitecto sobre uno de los nombres con los que la opinión pública había definido su proyecto, el arquitecto marca la línea divisoria entre la opinión pública y el papel del creador:

“Lluís Amiguet: He oído apodar a su flamante torre Agbar de Barcelona como “el supositorio”…
Jean Nouvel: Vaya, vaya… Eso me disgusta tremendamente. Yo preferiría que fuera “el consolador”… ¡sí! Eso me haría más ilusión. En cualquier caso, me encanta que apoden mi torre como les dé la gana.
LL.A.: ¿No le molesta?
J.N.: Al contrario. Siempre he sostenido que la arquitectura está demasiado reservada a las elites y que el debate sobre lo que vemos en nuestras ciudades tiene que ser de todos.
LL.A.: Aunque luego deciden unos pocos.
J.N.: Por eso me encantó trabajar en Suiza, porque cada paso de la política urbanística de la ciudad se sometía a referéndum y todos votaban. Yo estaba encantado. Pero hay que poner unos límites a la voluntad del pueblo.
LL.A.: ¿Dónde?
J.N.: Ojalá se sometiera cada cuestión urbanística importante a referéndum; pero el hecho creativo, no. Ahí está el límite de lo que los ciudadanos pueden decidir y lo que delegan en el creador. No estoy dispuesto a que todos decidan por votación si voy a pintar “el consolador”, “el supositorio” o la torre Agbar de verde o de azul.
LL.A.: ¿Se atrevería a que los ciudadanos votaran si gusta o no su torre?
J.N.: Me horrorizaría que les gustara a todos”.

Esta admiración actual contrasta con las numerosas críticas que recibió el proyecto a principios del 2001. En este texto se pretende recordar estas críticas por parte de personajes importantes de la sociedad y de la opinión pública, y observar como el papel de Barcelona por remarcar este icono arquitectónico ha influido en la rectificación de las opiniones del nuevo símbolo.

Con el paso de los meses y los años, la Torre Agbar empezaba a cobrar forma, instalándose en la ciudad a la vista de los ciudadanos que eran testigos de su crecimiento. Parece ser que a medida que crecía la Torre, las críticas a su favor aumentaban y la polémica disminuía, ¿aceptación forzada del edificio ya construido? o ¿rectificación de la crítica?


No hay comentarios:

Publicar un comentario